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El Conflicto y SUS SECUACES


El conflicto es un estado natural al que muchas personas se agarran cuando son conscientes de que es a lo único que pueden aspirar en sus vidas, bien por capacidades personales, o bien por la comodidad de no tener que generar valor positivo en ningún momento. Si algo tiene la mediocridad, es que necesita muy poquito esfuerzo para aumentar a cada momento. Esto que acabo de decir puede resultar un poco duro, incluso políticamente incorrecto en estos tiempos que vivimos, aunque si lo piensas bien, y traes a tu mente a quienes en tu día a día lo generan, y alimentan de manera continua, estoy convencido de que te lo parecerá mucho menos.
Las personas a las que les cuesta trabajo mostrar una mínima actitud positiva y de colaboración, buscan sentirse útiles dentro de un ambiente de crispación continua. Esas personas, además, suelen tener una percepción de ellas mismas muy equivocadas, ya que creen ser manipuladoras de otras, y no ven que ellas son las que realmente están siendo manipuladas, normalmente por alguien que no da la cara para, de ese modo, no quedar en evidencia. Lo único que denotan claramente son las poquitas ganas que tienen de aportar valor, si hablamos en general, y de trabajar, si lo extrapolamos al ámbito profesional.
El conflicto no tiene nada que ver con el intento de mejorar cualquier tema puntual que pueda afectar a otras personas. El conflicto es un modo de vida al que personas con valores más que cuestionables se entregan incondicionalmente para sentirse importantes y hacer más llevadera su mediocre existencia, ya que observan el conflicto como una oportunidad tentadora para sentirse útiles, sin ser conscientes de que para avanzar, se necesita una gran dosis de responsabilidad. Una palabra, responsabilidad, cuyo significado suelen desconocer, por propio interés, este tipo de tristes vividores.
Quienes, por el contrario, observan el conflicto como la oportunidad de aportar valor de una manera positiva, servicial, efectiva y auténtica, abordan cualquier problemática que pueda surgir de una manera constructiva. De hecho, para estas personas, la palabra conflicto no forma parte de su vocabulario, porque están tan enfocadas en la búsqueda de soluciones, que no tienen tiempo que perder creando tensiones de manera voluntaria.  Estas personas agradecen cada minuto que tienen, y saben que el día de mañana nadie las recordará por los conflictos que generaron, si no por las soluciones y el valor que aportaron.
Estamos en un momento en el que es mucho más sencillo captar la atención de alguien a través de un conflicto, y todas sus posibles consecuencias negativas, que mediante un enfoque positivo y resolutivo. Por eso, quienes tienen muy poquito aprecio por su propia persona, se mueven como peces en el agua dentro de ellos. Tienen tan poco aprecio que no llegan a saber, fundamentalmente porque no lo intentan, que para aportar valor lo único que se necesita es una actitud consecuente, positiva y responsable, además de muchas ganas de hacerlo. Precisamente, de ganas de hacer, es de lo que los gurús del conflicto no andan muy sobrados.
En ocasiones me hago esta pregunta: ¿Realmente este tipo de comportamiento mediocre, incluido el deterioro de valores que conlleva, es lo que los fomentadores del conflicto transmiten e inculcan a quienes tienen más cerca? Si la respuesta es positiva, además de la tristeza que me da saberlo, es algo que me preocupa bastante, ya que la herencia que dejaremos a quienes continúen por aquí cuando nosotros nos marchemos, no es para nada alentadora, ni motivadora.
Todo lo que estoy diciendo no tiene nada que ver con el hecho de no hacer nada con las cosas que no van bien, ni con tener una actitud de mejora continua, algo que debería ser incluso exigible, ni tan siquiera con tener que ser amable por una cuestión de simple postureo. A lo que me refiero es que, si queremos mejorar y progresar, debemos de tener siempre un comportamiento positivo, optimista, realista por supuesto, y colaborativo. Esto es algo que exige continuamente de nosotros un esfuerzo, y un trabajo constante, algo que a los agitadores del conflicto no les interesa para nada.
Siempre he dicho que el tiempo para mi es algo que va entre lo que hacemos, y lo que dejamos de hacer, por eso, malgastarlo viviendo del conflicto es una forma de despreciarlo. La obviedad de que cada minuto que pasa, no vuelve, en este caso cobra aún más sentido. Si esas personas que desperdician su vida, segundo a segundo, rebozándose en el conflicto, lo invirtieran dándose valor a ellas mismas, se convertirían en absolutas referencias para los demás, una recompensa que ni el mejor de sus sueños podrían llegar a imaginar, sobretodo si el hecho de imaginar conlleva algún tipo de esfuerzo.
Cualquier resultado positivo que queramos obtener pasa por cambiar la palabra conflicto por oportunidad de mejora. De ese modo, nuestra relación con los demás mejorará de forma automática, aumentando el compromiso de todas las personas que forman parte de las soluciones. Por eso, si conoces a algún catedrático del conflicto que quiera que seas parte de su mediocre existencia, no dudes en salir corriendo lo más rápido que puedas. Nadie puede generar valor ni respeto para los demás, cuando no lo tiene para si mismo.

José Lorenzo Moreno López
©jlml2020

Imagen: lamenteesmaravillosa

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