Cada mañana al levantarnos ocurre una cosa muy
curiosa. Damos por hechos una cantidad importante de supuestos que creemos que nos
encontraremos a lo largo del día, y que una terminada la jornada no sucederán,
aunque eso si, nos habrán mantenido paralizados sin habernos permitido hacer
otras cosas, ya que tendremos que guardar energía para librar todas las
batallas que sólo ocurren en nuestros más negativos pensamientos. Después
claro, acabamos profundamente agotados, por la tensión en la que las
suposiciones nos hacen vivir continuamente.
Hay quienes utilizan las suposiciones de
manera egoísta y como estrategia de vida, ya que les permite tener una excusa
continua para, a la mínima, decir aquello de, “ya lo sabía”, e ir salvando
situaciones con mediocres y limitantes argumentos.
Asumir supuestos, casi siempre negativos,
puede parecer fácil para quienes lo tienen establecido como hábito, lo que
ocurre es que, al hacerlo de manera habitual se limitan en todos los aspectos,
porque al estar todo el tiempo pendientes de aquello que a primera hora han creído
que ocurrirá, no son capaces después de encontrar las soluciones que pueden
aportar en el hipotético caso de que algo de eso suceda.
Quienes viven de supuestos van acumulando día
tras día algunos nuevos a todos los que arrastran de tiempo atrás, algo que no
tiene ningún sentido, porque la vida en sí misma es un cambio continuo, y eso
también hay que aplicarlo a los supuestos, y todos los que podrían haber
servido ayer, hoy pierden cualquier tipo de validez. Eso, al final, no deja de
ser una carga extra en la mochila a la hora de recorrer el camino. Claro, luego
las oportunidades aparecen, y con el peso que llevan encima no son capaces de
alcanzarlas.
La Vida es tan extraordinaria como imprevista,
y hay que ser muy atrevidos para suponer lo que va a ocurrir, no ya dentro de
unos días, u horas, si no en el próximo minuto. Si pensamos en todo lo que nos
podría haber ocurrido de cinco o diez años a esta parte, tendríamos el motivo
suficiente como para dejar de lado cualquier tipo de suposición, y afrontar
cada jornada con la mente abierta, y la actitud necesaria para afrontar esos
supuestos una vez que ocurran. Eso nos permitiría invertir toda nuestra energía
en lo verdaderamente importante.
Una opción excelente es alejarnos de aquellas
personas que de manera continua residen en el país de los supuestos. Son muy fáciles
de detectar por frases como, “ya verás que…”, “ten cuidado porque…”, etc, etc…
Esas personas sólo buscan cómplices para mantener a salvo su estrategia, por lo
que, cuanta menos influencia tengan, de menos suposiciones, y
mayores realidades estará compuesta nuestra Vida. Si queremos alejar la
mediocridad, huyamos rápidamente de ellas.
No debemos confundir el tener una estrategia y
un plan de acción con la gestión de los supuestos, ya que son cosas
infinitamente diferentes. Lo primero es algo que responsablemente asumimos y
que está directamente relacionado con el objetivo que queremos alcanzar,
sabiendo que en el camino hacia su consecución nos encontraremos con
imprevistos que deberemos solventar en el momento en el que ocurran, y lo
segundo es dar más importancia a excusas basadas en situaciones que creemos que
pueden llegar a suceder. Y es que, como dice el refranero terrenal: “Dime que
supones, y te diré quien eres”.
Si al levantarnos cada mañana tenemos claros
nuestros objetivos, contamos con una sólida estrategia, y dejamos en la mesilla
todos esos supuestos que no nos aportan absolutamente nada, estaremos
preparados para descubrir todas las oportunidades que la Vida nos ofrece
continuamente.
José Lorenzo Moreno López
©jlml2019
Imagen: alphawallhaven
Imagen: alphawallhaven
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