Cuando decidimos cambiar algo en nuestra Vida, sabemos que corremos algún tipo de riesgo, e intentamos que sea el mínimo posible aplicando la lógica que en ese momento nos parece más inteligente.
En ocasiones ocurre que querer eliminar al máximo todo los riesgos, es el mayor riesgo de todos. Sobretodo cuando ese riesgo nos invita a detenernos y a seguir como estamos.
Siempre tendremos la excusa perfecta para no hacer nada, aunque, visto lo visto, las excusas no sirven de mucho. Lo que cuenta es la actitud que tengamos, y la determinación que mostremos, para conseguir darle la vuelta a la situación en la que nos encontramos.
El coraje no tiene porqué estar exento de temor. De hecho, el coraje, se experimenta a través del miedo, y quienes más coraje han demostrado también son quienes más miedo han tenido.
Al fin y al cabo, tener coraje es sobreponerse al miedo y aprender de él. El miedo puede paralizarnos, aunque también puede impulsarnos. Solamente se trata de dirigir la energía que genera en una u otra dirección.
La verdadera esencia de lo que somos está formada por las experiencias y conocimientos adquiridos en el pasado. Y esa será nuestra gran fortaleza para afrontar el presente y definir nuestro futuro, y todo ello gracias a los riesgos que asumimos, a los desafíos que nos planteamos, y a los miedos que superamos.
La vida se basa en saber gestionar continuamente las dudas, las incertidumbres y las expectativas. La mente está diseñada para hacerlo, y además de ello, y dejando a un lado el riesgo y el miedo, toda nuestra energía está preparada para afrontar cualquier reto. Esos retos que nos harán llegar al lugar donde, aquel día que decidimos cambiar, nos propusimos alcanzar.
José Lorenzo Moreno López
Imagen: favim.com
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