Llegar a lograr la estabilidad es complicado, ya que para ello habrá que recorrer un camino en el cual tendremos que tomar decisiones, ajustar parámetros, dedicar mucho tiempo al análisis de la situación y a plantear buenos y eficaces planes de acción que nos permitan llegar a ese punto donde todo parece que va bien. Pero… ¿Y después qué?
Es muy sencillo. Después toca gestionarla día a día. Un líder debe rodearse de los buenos colaboradores, y después, como dijo aquel, tiene que dejarles hacer su trabajo. Una vez que todo el mundo sabe su rol dentro del equipo, lo que toca es ser gestores de la estabilidad, y no tener miedo a decirlo. “¿Tú qué haces como líder?” “Yo gestiono la estabilidad”. Podemos contestar también que nos dedicamos a mantener el equilibrio, sin temor alguno a que nadie pueda acusarnos de que no hacemos nada, y es que si alguien nos acusa de eso, podemos estar tranquilos, ya que estamos delante de alguien que no tiene ni idea de lo difícil que es eso.
La estabilidad no gestionada no es más que una falsa apariencia. La estabilidad no gestionada se convierte rápidamente en comodidad. Como todo está tranquilo parece que va bien, y lo único que ocurre es que no hacemos nada con las cosas que ocurren. La estabilidad pasa a ser auto complacencia. Todos los problemas que surjan pensaremos que son externos a nosotros, evadiremos responsabilidades, bajo la coraza que nos brinda esa falsa estabilidad. Diremos cosas como, “si aquí todo está bien, no podemos hacer mucho más”, “mi equipo es muy estable, lleva mucho tiempo junto”. Que nuestros colaboradores lleven mucho tiempo en la organización y trabajando en un mismo equipo, no quiere decir nada. ¿Qué pasa, que porque lleven mucho tiempo ya no hay que seguir formándoles, no hay que seguir ilusionándoles, no hay que seguir motivándoles?
Claro que es mejor un equipo que lleve tiempo trabajando junto, pero nuestra responsabilidad como lideres es no dejar que entren en la comodidad de la veteranía, y para ello, para seguir manteniendo la estabilidad en el tiempo, tendremos que ser capaces de proponerles retos que ayuden a su crecimiento y al nuestro propio.
Y aunque pueda parecer curioso, para mantener la estabilidad a veces hay que hacer cambios. Llega un momento en el que el líder conocer al dedillo a sus colabores, y los colaboradores a su líder. No hay sorpresas. La situación pasa a ser un “pacto de no agresión” entre las partes. Yo vivo tranquilo y vosotros vivís tranquilos. La “calma chicha” no es estabilidad.
No hay nada que despierte más a las personas que los cambios. También les asusta, pero eso es parte del proceso. Cuando en un equipo hay un cambio de líder, todas las personas se reactivan, no conocen al que llegan, y eso les hace subir unos puntos su nivel, ya que tienen que moverse de la zona de confort que les crea la propia estabilidad, para volver a mostrar todos sus recursos, y desempolvar algunos que tenían olvidados.
Podemos hacer comparaciones en otros ámbitos de la vida para entenderlo más fácil. Sin ir más lejos tenemos las relaciones de pareja. Al principio nuestra creatividad aflora continuamente, queremos cortejar y conquistar a la persona que nos gusta. Y una vez que lo hemos conseguido pues nos dejamos. A eso le llamamos estabilidad. ¿Qué tal tu vida? Pues bien, estoy en un momento muy estable. ¡¡Y tanto, estás en un momento muy cómodo!! El amor también hay que gestionarlo día a día, hay que seguir encendiendo esa “chispa” que nos hace vivir enamorados y “enchufados” a la vida.
¿Qué puede ocurrir si malinterpretamos la estabilidad? Pues que en alguna ocasión determinada no podremos o no querremos hacer cambios por el temor a lo que podamos encontrar. Y es que la estabilidad deja cosas buenas y otras no tanto. A estas cosas podemos llamarle “prácticas” o “hábitos”. Hay cosas que se hacen muy bien y que repetidas en el tiempo nos conducen a muy buenos resultados, y hay otras prácticas no tan buenas que la estabilidad parece permitir hacer una vez que hemos perdido la perspectiva y creemos que algo nos pertenece.
Por supuesto que podemos decir que la estabilidad es el estado ideal. ¿Quién no la quiere? Solamente seamos conscientes de que debemos gestionarla continuamente. Y todo pasa porque seamos capaces de no caer en la trampa fácil de las falsas apariencias que nos hagan confundir la estabilidad con la comodidad, porque de ahí a la auto complacencia, solo hay un paso.
José Lorenzo Moreno López
Maravilloso tu articulo y es que en verdad generar estabilidad en un equipo que lleve tiempo trabajando junto es un verdadero arte.
ResponderEliminargracias por recordarnos con este genial articulo
Así es Antonio, y necesita de muchos de los atributos que un buen líder debe tener.
EliminarMuchisimas gracias por pasarte por aquí y por dejar tu valioso comentario.