Un ejemplo: Si sabíamos que el chico o la chica que nos gustaba frecuentaba un lugar en concreto, nos dejábamos caer por ahí como si nada, y cuando nos cruzábamos con esa persona decíamos: "¡¡que casualidad!!". Y no había nada de casualidad en ello. Era toda causalidad.
Así que, cuando creamos que todo pasa por casualidad, tanto lo bueno como lo menos bueno, parémonos a pensar que acciones estamos llevando a cabo para que eso ocurra.
Porque nuestra vida al fin y al cabo, no es más que la suma de todas nuestras acciones y decisiones.
José Lorenzo Moreno López
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