Es curioso lo que nos ocurre. Resulta que pasan los años y
empezamos a decir cosas tales como: “debo estar envejeciendo, porque mi cuerpo
no me deja hacer las cosas que hacía antes”, “me hago mayor porque antes salía
y aguantaba toda la noche, y ahora no aguanto nada”, “antes…si….ahora…no”, etc,
etc…
Evidentemente pasan los años, pero mientras que lo notamos
prácticamente en todo, hay una cosa a la que parece no afectarle tanto, aunque
lo que ocurre es que nos negamos a que nos afecte. Y son a nuestras creencias y
supuestos.
Estas intentamos conservarlas siempre jóvenes, sin ser conscientes
de que el paso de los años les afecta mucho más que al resto de las cosas.
Resulta que queremos ser los mismos en cuanto a pensamientos que lo éramos hace
años. Nos negamos a admitir que para ellos también pasan los años. ¿Por qué?
Muy sencillo. Para evitar cambiarlas en nuestro convencimiento absoluto de que
lo que era valido hace quince, diez o cinco años, es válido hoy también. Algo
tan evidente como intentar negar que el tiempo pasa y el mundo avanza, y que
debemos ser capaces de actualizar nuestros pensamientos y creencias a los
momentos actuales.
El mismo hecho de negar que para nuestras creencias también
pasan los años nos vuelve frágiles, ya que nos sitúan continuamente en el mismo
punto. Eso, a la vez, nos crea una falsa paz interior al pensar que estamos
haciendo lo correcto, y que son los demás los que están equivocados, a la vez
que nos hace evadir nuestra parte de responsabilidad al creer que si algo no
sale bien no es por nuestra culpa, ya que nosotros hacemos lo que creemos
correcto, sin darnos cuenta de que es en “blanco y negro”, ya que las acciones
y decisiones que tomamos están totalmente desactualizadas.
A su vez, nuestro crecimiento se limita absolutamente,
porque pensamos que solo lo que nosotros creemos es lo correcto. Y es más,
limitamos a nuestros colaboradores, los cuales no harán ningún tipo de
aportación ya que estarán seguros de que tal vez ni serán escuchados, y si por
suerte lo son, no serán ni tomados en cuenta.
Al final no hacemos otra cosa que subsistir a base de
creencias obsoletas, perdiendo la posibilidad de vivir y experimentar cosas
nuevas.
No debemos intentar hacer prevalecer nuestros viejos
supuestos a toda costa. Tenemos que ser conscientes de dos cosas. La primera es
que esas creencias pueden no ser validas en los momentos actuales, y la segunda
es que el nivel de las personas cada vez es mayor, la gente se prepara cada vez
más, y eso hace que vayan actualizándose continuamente, lo que choca con
nuestros pensamientos “viejunos”.
Entonces es cuando en el colmo del disparate
más absoluto, intentamos igualar por abajo con tal de no reconocer la evidencia
y no dar nuestro brazo a torcer. Desmotivación de los colaboradores al canto.
De todos. De los mejores porque ven como les ponemos palos en las ruedas a su
progresión, y de lo que no lo son tanto, ya que ven que su talento no es
tratado adecuadamente porque no se
confía en todo su potencial.
Aceptar que el mundo está en continuo movimiento debe ser
una de las fortalezas de un Líder de hoy en día, porque eso le hará cada vez
más fuerte, al tener que estar actualizándose continuamente con el progreso
personal inevitable que eso conlleva, y por lo tanto siendo cada vez más
competente. Ya hablamos en su momento en “El Líder y su Auto Servicio Técnico”,
de que las Organizaciones no solo contratan nuestros servicios al principio por
lo que traemos de serie, sino por las actualizaciones que vamos adquiriendo
personalmente día tras día.
Solamente pensando que hay otra forma de hacer las coas y
que tal vez puedan dar buen resultado nos permitirá tener por delante un
abanico mucho más amplio de posibilidades.
Deberíamos de alegrarnos cada vez que una persona o
colaborador nuestro no esté de acuerdo con nosotros (esta si que es una
cualidad que refuerza nuestro liderazgo), porque es la ocasión perfecta para
afrontar una situación viéndola desde otro punto de vista, y seguro que algo
podremos aprender de la misma. Resumiendo sería, “tener la mente abierta”
Las creencias y supuestos que nos sirvieron hace años
también han envejecido, por más que intentemos negarlo. Las opiniones y
aportaciones de los demás son un soplo de aire fresco, una manera saludable de
continuar en permanente renovación.
Defender por defender lo que hace años nos dio buen
resultado no nos conduce a ninguna parte, solamente a tener que estar
intentando justificar una y otra vez nuestros actos y decisiones, entrando en
continuas batallas personales solo por intentar quedar por encima de los demás,
invirtiendo tiempo, esfuerzo y energía, quitándosela a asuntos seguramente más
importantes, solo por demostrar a toda costa lo equivocados que están, y que
“nuestra verdad” es la absoluta.
Hasta los discos de vinilo que sonaban hace treinta años son
reeditados en formatos actuales y por ello no pierden el valor de su contenido.
¡¡Seria muy gracioso ver a un DJ con una gramola!! Y es eso mismo, los valores, los que debemos
llevar siempre, los que tenemos que hacer envejecer con nosotros. Pero las creencias
y los supuestos antiguos hay que eliminarlos para tener siempre espacio libre
en nuestra mente que nos permita la posibilidad de instalar nuevas
actualizaciones.
El pasado nos ha traído hasta aquí, pero por más que lo
añoremos no nos conducirá al futuro. El pasado ni debe condicionarnos, ni puede
esconder este momento.
Debemos de ser capaces de dar una oportunidad al presente,
con todo lo que conlleva, y es que los buenos tiempos no son los viejos. Estos
son los buenos tiempos. Adaptémonos a ellos lo antes posible, y podremos
asegurar que lo mejor siempre estará por llegar.
José Lorenzo Moreno López
Imagen: foro.fonditos.com
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