¿Qué incómodos son los desafíos, verdad? Todo debería ser
mucho más sencillo. Ahora bien, ¿lo sencillo que aporta? Aparte de algo de
falsa tranquilidad, y mucha mediocridad, poco más. Los retos son los que
realmente nos hacen crecer, los que nos invitan a poner en juego siempre lo
mejor que tenemos dentro, y que sin creatividad, pasión y esfuerzo no podrían
ser superados de ninguna otra forma. Un desafío es una excelente oportunidad.
Cuando llega un desafió nos incomoda bastante, porque casi
nunca avisa, ya que suelen ir “por libre”, y de ahí su complejidad. Además, los
retos son bastante impertinentes, y quieren que les prestemos nuestra atención
desde el primer momento. En cambio, los desafíos nos aportan todo aquello que
necesitamos para ser mejores día a día. Son el disfraz que las oportunidades
utilizan para llegar hasta nosotros. Si un reto fuese cómodo, no sería un reto,
sería otra cosa, por eso son muy fáciles de detectar.
Cuando aparece un desafío en nuestra vida es para
recordarnos las cosas que realmente tienen valor. Los desafíos no aparecen únicamente
en nuestro ámbito profesional. Nuestra vida personal suele ser un desafío constante
que nos enseña a priorizar constantemente, y nos obliga a ofrecer nuestra mejor
versión a cada instante.
Las personas que suelen esconderse de los desafíos son muy
fáciles de detectar. Son aquellas que continuamente evitan tomar decisiones, y
se ponen de perfil ante las situaciones a resolver, demostrando así su nula
capacidad de liderazgo al delegar en los demás las cosas que menos le gustan
hacer. Y eso no es delegar, eso es quitarse la responsabilidad de encima.
Otras lo que hacen es cerrarle la puerta a todo. Gran
error, porque cuando cerramos la puerta a todo en nuestra vida, las cosas
buenas tampoco pueden entrar. Y aunque nos empeñemos en no querer verlas, la
vida está repleta de ellas.
Cuando un desafío se pone en nuestro camino, recorrerlo
puede llegar a ser muy complicado, porque no sabemos muy bien lo que nos
podremos encontrar en él. A pesar de todo, intentarlo es la mejor opción,
porque ese camino suele estar plagado de un conocimiento que se convertirá en
una magnífica experiencia una vez lleguemos al final. Sólo por eso, por la
recompensa de la experiencia, el esfuerzo invertido siempre habrá merecido la alegría.
Los desafíos se pueden observar como problemas o como
oportunidades. Como los afrontemos será lo que nos defina, y del modo en el que
los demás nos verán. Si todo lo que nos rodea son problemas, nosotros seremos
un problema, y todo el mundo intentará alejarse de nosotros. Si por el
contrario, los retos los tomamos como oportunidades, seremos oportunidades, y
quienes nos rodean siempre querrán estar a nuestro lado, ya que verán en
nosotros a las personas con actitud y determinación que pueden aportarles todo
lo que necesitan para su constante desarrollo. Al final, el liderazgo,
profesional y personal, es la aplicación del ejemplo continuo, y los desafíos
es algo que demandan continuamente.
Si cuando nos encontremos delante de un desafío, somos
capaces de visualizar el valor que tendrá el superarlo, será cuando
comenzaremos a hablar de excelentes oportunidades. Esas que esperan a quienes tengan el valor de saber
descubrirlas, y querer aprovecharlas.
José Lorenzo Moreno López
©jlml2019
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