Muy pocas veces nos damos cuenta de una cosa muy importante: Nos pasamos la vida eligiendo nuestras consecuencias. Ocurre que, cuando lo hacemos, tenemos tanto “ruido” en nuestra cabeza, en forma de elementos externos, opiniones de los demás, e internos, prejuicios y malas experiencias, que terminamos por actuar sin pensar en ellas, y sin darles la importancia que finalmente siempre terminan por tener. A simple vista puede parecer algo lógico, aunque después no siempre resulta así. Veréis, o mejor dicho, leeréis… Antes de plantearnos poner en marcha cualquier tipo de plan de acción debemos tener un cuenta dos cosas. Una, lo que queremos conseguir con él, y dos, tener muy claro lo que no queremos que ocurra. Y es que, inevitablemente, cualquier tipo de acción conlleva sus correspondientes consecuencias. Así es. Sea lo que sea que hagamos tendrá una consecuencia. Será más o menos positiva, pero la tendrá. Y algo más importante aún, todas esas consecuencias deberemos gestionarl...