El ser humano como tal es propenso a no dejar de crearse expectativas a todos los niveles, bien sean profesionales o personales. Si planeamos un viaje esperamos disfrutar de él, si tenemos una relación buscamos de ella satisfacciones emocionales, si buscamos trabajo deseamos encontrar algo que nos llene, y así, continuamente. Algo, por otra parte, absolutamente normal.
Expectativas, expectativas, toda nuestra vida son expectativas.
El término expectativa está definido como la esperanza de conseguir algo, o la posibilidad razonable de que algo suceda. Sin embargo, son las experiencias vividas a través de otras expectativas pasadas, las que nos hacen situarlas en el nivel más cómodo para nosotros, y eso puede suponer un problema, porque el rebajar nuestro nivel de expectativas hace que inmediatamente bajen nuestras posibilidades y las de nuestros equipos de conseguir el éxito en el ámbito profesional.
Si esto lo trasladamos al personal corremos el peligro de no disfrutar plenamente de las vivencias que nos están ocurriendo ya que siempre estaremos pendientes de que nos ocurra algo negativo para decir la frase mágica de. "¿lo ves?, te lo dije, nada puede salir bien", y es entonces cuando nuestras expectativas cambian rápidamente. Y no solamente eso, sino que además incluso lo celebramos.
Si trasladamos las expectativas al liderazgo debemos tener en cuenta que siempre tenemos que marcarnos las más altas de ellas. ¿Qué es lo que ocurrirá si nos marcamos altas expectativas?. Pues que necesitaremos más esfuerzo, más creatividad y más desarrollo del talento de nuestros colaboradores y del nuestro propio. Si para hacer nuestro transitar más cómodo y llevadero nos marcamos unas expectativas pobres, tan solo conseguiremos ser maestros en la mediocridad, y los líderes de hoy en día deben estar continuamente en busca de la excelencia.
La excelencia que encontramos cuando marcamos unos altos objetivos y expectativas y disfrutamos del camino que recorremos en su búsqueda, ya que en él hay disfrute, formación, colaboración, emoción, y todos los factores que nos ayudan a ser mejores día a día, con lo que ello conlleva de satisfacción y de crecimiento de nuestros equipos.
Hemos de ser capaces de, siendo exigentes, saber celebrar cualquier pequeño logro que lleve a esa excelencia. Si de diez puntos conseguimos siete, celebremos esos siete, en lugar de martirizarnos por no haber conseguido tres. Eso sí, a la conseguido, añadamos algo más de inquietud para, paso a paso, conseguir los tres restantes, porque lo realizado ahí está, y el no saber reconocerlo solamente creará frustración tanto a nosotros como a los equipos, ya que pensaremos que por más que hagamos, nunca llegaremos.
Y ese pensamiento sería el que automáticamente nos haría cambiar las expectativas de excelencia hacía las expectativas de mediocridad y conformismo, algo que no debemos permitirnos.
Elevemos las mismas por encima de la media, y no las modifiquemos a la baja al mínimo revés. Ello conlleva que pongamos lo mejor de nosotros mismos en el intento, lo que hará subir el nivel de nuestros equipos y el nuestro propio, y a su vez nos impulsará a obtener todo lo mejor que unas expectativas excelentes, continuamente nos invitan a alcanzar.
José Lorenzo Moreno López
©jlml2019
Imagen: goodwp
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