Cada vez lo
tengo más claro: Las expectativas son ilusiones, y eso creo que es
absolutamente genial, porque el camino que conduce a la excelencia es aquel que nos invita continuamente a ofrecer nuestra mejor versión, y ese camino está plagado de ilusiones y de acciones continuas. Lo que pasa es que no siempre nos damos cuenta, y disfrazamos de expectativa lo que en realidad es una ilusión, un sueño, y claro, su nombre nos despista.
Y si, repito, es genial. Las ilusiones son las que nos hacen dar siempre lo mejor, nos
motivan a intentar alcanzarlas, y nos empujan a seguir adelante. ¿Y esto tiene
algo que ver con las expectativas? Pues si, porque cuando seamos conscientes de
que realmente una expectativa es una ilusión, dejaremos de ser “rácanos” a la
hora de marcar nuestros objetivos no sólo en el ámbito laboral, sino que
plantearemos para nuestra Vida unas expectativas que nos permitan disfrutarla
al máximo.
Ocurre que
cuando tenemos que plantear algo, en la mayoría de las ocasiones, lo hacemos de
manera conservadora, fundamentalmente como mecanismo de defensa a la hora de
sufrir después lo menos posible por si no lo conseguimos. Lo único que hacemos
de ese modo es marcar objetivos mediocres. Nuestras expectativas son tan bajas,
que aún consiguiéndolas no suponen ningún tipo de valor.
Sin embargo, y entendiendo que las expectativas son ilusiones todo puede llegar a cambiar. Nuestra actitud a la hora de afrontarlas cambian de manera inmediata al entender que el camino que nos llevará a lograrlas será el que nos permitirá mejorar y crecer, ya que al elevar nuestras expectativas/ilusiones lo que estamos haciendo es dejar atrás la mediocridad y marcar objetivos valiosos.
Sin embargo, y entendiendo que las expectativas son ilusiones todo puede llegar a cambiar. Nuestra actitud a la hora de afrontarlas cambian de manera inmediata al entender que el camino que nos llevará a lograrlas será el que nos permitirá mejorar y crecer, ya que al elevar nuestras expectativas/ilusiones lo que estamos haciendo es dejar atrás la mediocridad y marcar objetivos valiosos.
Claro, ahora
vendrán quienes dirán, “¿y si no conseguimos alcanzarlas?" Pues no pasa nada,
porque aún así habremos logrado muchisimo más que con unas expectativas
pequeñas y mediocres. Si nos marcamos el díez, y conseguimos el 8, habremos conseguido
superar el cinco de una tacaña expectativa.
Cuando resignamos
nuestra actitud y la ponemos a trabajar para una expectativa pequeña, automáticamente
nos estamos diciendo a nosotros mismos que no hace falta que vayamos al máximo, ya que aún consiguiéndola, no tendrá ningún
valor. Sin embargo, si la transformamos en una ilusión, ese objetivo comenzará a
tener un verdadero significado.
Si vemos una buena
oportunidad, vayamos a por ella. Todo lo que hagamos será un valor por sí mismo que quedará para siempre, más allá de
que finalmente lleguemos a alcanzarla. Una ilusión puede
conseguir que algo que hasta hace poco era inalcanzable, al fin lo sea, y
eso es algo que una expectativa por sí sola nunca podrá hacer.
Como mucho tendremos que aprender a gestionar la frustración,
y digo como mucho, porque como sabéis, ya que lo he repetido muchísimas veces, la frustración no existe, ya que no es ni más ni menos que un resultado. Un resultado que nos servirá
para analizar cómo estamos haciendo las cosas y que nos permitirá decidir si tenemos
que cambiar algo para mejorar, o reforzar lo que ya estamos haciendo bien.
Ampliemos nuestra perspectiva, mantengamos altos
nuestros valores y nuestra actitud, pongamos nuestras expectativas/ilusiones a la
misma altura, y todos los logros que consigamos serán mucho más valiosos y perdurables, ya que
habremos decidir caminar siempre por el camino de la excelencia, ese que, paso a
paso, descubre nuestra mejor versión.
José Lorenzo Moreno López
©jlml2018
Imagen: alpha.wallhaven.cc
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