Lo sé. Es curioso el título de ésta entrada. Pero voy a intentar explicaros de la mejor manera posible una reflexión que me hice anoche y que me vino a través de mi escaso interés en prepararme una cena un poco elaborada.
Después de darme una refrescante y estimulante ducha, me dirijo con desgana hacía el frigorifico, total, la cena es un trámite que hay que cumplir diariamente para poder decir que, en cierta parte, cerramos el día. Las personas mayores sobre todo en los pueblos lo suelen ver así: "Ea, pues ya hemos cenado", dando a entender que a partir de ahí el día no hay muy mal, si al final hemos cenado. Resignación total, aunque visto como era la vida de nuestros mayores cuando eran más jovenes, podemos entenderles perfectamente. Ahora es una cosa que damos por normal, pero que antes tal vez no lo era tanto.
Me planto delante del frigorifico y lo abro con la naturalidad que dá la confianza mutua que nos tenemos el uno en el otro. Claro, si a un frigorifico le aprovisionas de buenos alimentos, el te los conserva con la naturalidad propia de un electrodomestico que se dedica a ello. Y allí estaban ellos. El, un sobre de jamón perfectamente loncheado que incluía separadores de lonchas, una maravilla a la hora de coger el producto, pero un arma mortal si no tienes cuidado, ya que cortan como una navaja de Albacete, y ella, una cuña de queso manchego perfectamente laminada.
Hasta aquí todo normal. El pan que utilizaba solía ser de molde, hasta que ahora han introducido uno en el mercado que se asemeja al pan normal, aunque también al de molde, y que viene cortado de una forma muy cómoda.
Y ahí, sentado frente al televisor, y viendo las imagenes pasar, y digo pasar porque no estaba escuchando lo que venía de él, sino que estaba absorto en mis pensamientos, me dí cuenta de que al cabo del rato me había comido el sobre de jamón, la cuña de queso y una buena parte del pan. Así, como el que no quiere la cosa, poco a poco, había terminado con todo. Además no me sentía empachado, sino que había cenado perfectamente y no tenía sensación de pesadez.
En ese momento fue cuando me vino ésta reflexión. Si he sido capáz de, casi sin darme cuenta de comerme poco a poco un sobre de jamón y una cuña de queso por lo perfectamente loncheado y cortado que estaba, ¿porqué no podemos trasladar éste método a la consecución de nuestros Proyectos, Metas y Objetivos?.
Porque es cierto que cuando nos planteamos un Proyecto a medio o largo plazo, lo solemos observar en su totalidad, en su consecución final, y es en ese momento cuando lo vemos tan complejo que en ocasiones ni somos capaces de intentar conseguirlo. Tiramos la toalla. Nos conformamos con la mitad.
Seguramente si en lugar de tener el sobre de jamón hubiese tenido un trozo, en lugar de una cuña de queso laminada, hubiese tenido medio queso, y en lugar de tener ese pan, hubiese tenido uno de esos grandes y "con orillas" de pueblo, no me lo habría podido comer, ya que la sensación de tener tanta comida delante suele saturarme. Pero es que claro, todo tan bien partido, todo tan finito... ya os digo, sin darme cuenta.
Por eso, cuando persigamos un objetivo, o nos planteemos un proyecto, lo primero que tenemos que hacer es saber dividirlo, "laminarlo", en varias partes. Mes a mes, paso a paso. Delegando funciones a nuestros responsables, y ellos a su vez a los miembros de sus equipos, en definitiva, no dejando que el objetivo final sature nuestro recorrido. Que el hambre que tenemos a la hora de cenar no haga que terminemos indigestados. Las porciones deben ser como tu estés preparado para asumirlas. No existe un tamaño estandar de porción.
Con cada loncha de jamón, o plan de acción para un mes, o trozo de cuña de queso, objetivo corto y alcanzable, estamos en el camino de conseguir el proyecto final, que no es otro que el de llegar a realizar los sueños que nos planteamos en nuestro trabajo y en nuestra propia vida personal, porque además, saborendo cada instante nos acercamos a la mayor de las excelencias que no es otra que el ir disfrutando de los pequeños grandes logros que conseguimos día a día, y que no logramos ver porque la pata entera del jamón o la redondez de un queso entero nos lo ímpide.
A partir de ahora, cuando alguien se sorprenda si le digo que anoche para cenar me comí un trozo grande de jamón, un buen pedazo de queso, y media orilla de pan le diré, pues si, es verdad, pero eso sí, ¡¡en lonchas, cortadito, y laminado!!.
"Ea, pues ya lo he contado".
Sin prisa pero sin pausa, se logra llegar hasta el final del camino.
ResponderEliminarBien estructurado y organizado, el trabajo más grande se hace con soltura.
Es correcto Guillermo. Debemos de ser capaces de observar con la perspectiva suficiente que nos permita el dividir nuestras acciones en microacciones, para así ir saboreando paso a paso el camino del éxito. Un abrazo.
EliminarLa paciencia de la comunidad china sabe mucho de este tema.
EliminarUn ejemplo muy peculiar pero muy cierto.Mas o menos vienes a decir que mas que hacer,debemos intentar hacer hacer.Sigue asi Lorenzo,somos muchos los que creemos en ti.Un abrazo.
ResponderEliminarGracias a ti Carlos.Me motivais con vuestros comentarios para seguir con esta aventura.Un saludo.
EliminarMaravillosa reflexion.me has hecho comenzar el lunes de otra manera si senor.gracias por estas letras a los que estamos comenzando...
ResponderEliminarPodeis ver mi blog:http://nuevasformasdeentenderelarte.blogspot.com
ResponderEliminarGracias a ti por este motivador comentario. Suerte con tu blog.
ResponderEliminarUn saludo.
Cierto, si te lo dan troceado se come todo mejor. Lo que ocurre es que antes alguien lo ha tenido que trocear y ya lo ha calculado a su justa manera para facilitarle el consumo al cliente final. A muchos de nosotros se nos hace difícil lonchear el jamón y el queso
ResponderEliminar¿Qué tal si como en la fabula del leñador empezamos por afilar el cuchillo?. Paso a paso, todo puede conseguirse.
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