Voy a contar la historia que llegó a mis manos hace unos días, y la cúal refleja muy bien parte de nuestro trabajo como lideres.
Esta es la historia de un hombre que se puso a construir un faro en medio del desierto.
Todos se burlaban de él, y le llamaban loco. ¿Un faro en medio del desierto?. El hombre no hacía caso y seguía, callado, su labor.
Un día por fin, acabó el faro. En la noche sin luna y sin estrellas, la espléndida luz del faro empezó a girar en las tinieblas del aire, como si la vía láctea se hubiera convertido en un carrusel.
¿Y qué sucedió?.
Pues que en el momento que el faro comenzó a dar su luz, surgió de pronto en el desierto un mar, y ese mar había buques trasatlánticos, y vuelos de submarinos de ballenas, y puertos con mercaderes de Venecia, y piratas de barba roja, holandeses errantes y sirenas.
Todos se asombraron, menos el constructor del faro. Sabía él que si alguien enciende una luz en medio de la oscuridad, al brillo de esa luz surgirían muchas maravillas.
Nosotros somos los faros que necesitan nuestros equipos. De nuestra propia luz es de donde tenemos que intentar sacar a relucir lo mejor de cada uno de sus integrantes. No tengamos miedo a alumbrar, a creer en los demás.
Tal vez, si alguien no brilla es porque nunca nos hemos preocupado por darle la luz suficiente y aprovechar sus cualidades.
¡¡Cuantas cosas podemos ver cuando alumbramos suficiente!!.
Comentarios
Publicar un comentario