Se escucharon gritos de impotencia en el despacho. Alertado por ellos subí a ver que ocurría.
-¿Qué pasa?, pregunté.
-"Cada vez hace más calor y al maldito ventilador no hay forma de hacerle funcionar", exclamó indignado.
-¿Puedo verlo?
-"Si hombre si, contestó".
Después de echarle un vistazo, y sin mayor conocimiento de electricidad que el de saber donde se tiene que enchufar, le dije:
-¿Has probado a darle al interruptor?
Tras poner cara de circunstancia, apretó ese botón, y como por arte de magia, el aire fresquito comenzó a aliviar aquel calor infernal.
-"¿Como lo has sabido?", me preguntó.
-Lo aprendí hace tiempo con los miembros de mi equipo.
-"Siempre de broma, ¿que tienen que ver los miembros de tu equipo con el interruptor del ventilador?".
-Muy sencillo. Me dí cuenta de que si yo no apretaba el botón del ENTUSIASMO, este no empezaría a funcionar, y por lo tanto yo no podía esperar resultados si antes no había formado e implicado en el proyecto a mis colaboradores, igual que tu no puedes esperar a que el ventilador enfríe si tu no lo pones en marcha. Desde ese momento, lo que hago es regularlo, pero nunca apagarlo.
Me miró fijamente, y me dio las gracias en un tono entre sorprendido y extrañado.
Esa tarde se marcho antes de lo habitual.
Al día siguiente convocó una Reunión, y todo el mundo salió muy contento y motivado de ella. De hecho a partir aquella Reunión todo el mundo trabaja mejor, más a gusto y con mayor compromiso.
Yo creo que es porque el ventilador de la oficina estaba encendido, y el fresquito, y el ENTUSIASMO hacían muy agradable ese entorno, de hecho creo que ha seguido mi consejo, porque ya nunca lo ha vuelto a apagar.
José Lorenzo Moreno López
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